Por. Pamela Duarte, Decana de Enfermería.
Fue en el siglo XIX que el médico húngaro Semmelweis demostró que lavarse las manos con frecuencia ayuda a prevenir la propagación de enfermedades, y la enfermera Florence Nightingale quien recomendó el uso de agua y aire puros, drenaje eficiente, limpieza y luz para lograr la salud, durante la guerra de Crimea probó la eficacia de sus recomendaciones. El lavado de manos es tan importante para vivir que se puede considerar un hábito que debemos de formar desde la infancia, mantener las manos limpias es una de las medidas más importantes que podemos tomar para evitar enfermarnos y transmitir los microbios a otras personas. Muchas enfermedades y afecciones se propagan por no lavarse las manos con agua corriente limpia y jabón.
El lavado de manos implica cinco pasos simples y eficaces (mojar, enjabonar, frotar, enjuagar, secar). Es un procedimiento rápido y simple y una de las principales medidas de prevención de la enfermedad. Si no contamos con un lavamanos cerca, podemos utilizar un desinfectante de manos (alcohol gel) que contenga al menos un 60% de alcohol, teniendo claro que no se eliminan todos los tipos de microbios por lo que no reemplaza el lavado de manos.
A nivel mundial estamos viviendo una amenaza asociada a la enfermedad respiratoria causada por el Coronavirus (COVID – 19), se sabe que el principal mecanismo de contagio es a través del contacto con una persona infectada o al tocarse ojos, nariz y boca después de estar en contacto con superficies contaminadas, sin antes lavarse las manos.
Es fundamental que el lavado de manos se incorpore en la población como parte de su vida diaria, a través de la educación en los jardines, colegios, instituciones de educación superior, los lugares de trabajo, etc. El rol de los profesionales de la salud en la educación a la población es esencial y debemos tener un rol proactivo frente a brote de enfermedad por COVID – 19.