Seguramente esta es una de las frases que más hemos escuchado este año: “Son tiempos difíciles”, y la verdad es que no es “tan verdad”, en el sentido de que cuando hay una dificultad, existe una oportunidad.
Moverse poco o nada ha sido la tónica de los últimos meses, lo que ha provocado un aumento de problemas musculares y otros agravantes relacionados con el sedentarismo. Lo anterior, por supuesto, es algo negativo, pero a la vez crea un escenario idóneo para que aflore una loable vocación: estudiar kinesiología.
Los kinesiólogos, que muchas veces han cumplido un rol silencioso (pero indispensable) entre el equipo médico, hoy toman un protagonismo relevante a nivel global. A la fecha son más de 55 millones los casos de coronavirus en el mundo, y si bien es cierto que se asoman posibles vacunas de los laboratorios, aún falta mucho para que esta pandemia se acabe.
El objetivo principal de los distintos países, en el plano de salud, es la rehabilitación de pacientes con secuelas por COVID-19, ya que las consecuencias son muy graves. Daños pulmonares, pérdida de masa muscular, enfermedades respiratorias, entre otras, pueden acompañar a los pacientes por el resto de sus vidas si no son tratados de la manera adecuada. Es por eso que el campo de la kinesiología se ha expandido de forma considerable, y al parecer esta tendencia seguirá en crecimiento.
Un kinesiólogo conoce disciplinas como la fisiología, biología, anatomía y también conocimientos en mecánica pulmonar, por lo cual son estos profesionales quienes por lo general están a cargo del manejo de los respiradores. A excepción de la intubación (realizada por médicos), en muchos casos el control total lo toma el kinesiólogo.
Especialidades como la kinesiología respiratoria se abren paso rápidamente en clínicas, hospitales, centros de rehabilitación y unidades intensivas. La función primordial del kinesiólogo respiratorio es mantener la vía respiratoria libre para el correcto ingreso de aire a los pulmones, por lo que deben estar en contacto directo con los pacientes. Sin embargo, la kinesiología se adapta a los nuevos tiempos.
Atención vía online, tutoriales y videos en las redes sociales son algunas de las herramientas que tienen estos profesionales para ejercer su labor. Las terapias grupales son comunes entre quienes no pueden asistir de forma presencial, o abiertamente deciden no hacerlo para evitar contagios. Tampoco olvidemos los gimnasios, que poco a poco vuelven a reactivarse.
No cabe duda que has leído muchos artículos de por qué estudiar esta carrera, y obviamente la principal es la vocación. Una persona que estudia kinesiología siente desde temprano la necesidad de ayudar a los demás, movido por valores como la entrega y el compromiso social, no obstante es innegable que ahora es mucho más rentable ejercer esta profesión que años atrás, lo que es un móvil no menor, ya que este factor facilita la dedicación al ciento por ciento del ejercicio a esta labor en distintos lugares y ampliar mucho más sus conocimientos. Es importante el factor económico, sí, pero repetimos que quienes decidan tomar este camino lo hagan por vocación.
A todo lo anterior, se suma que esta carrera es dinámica, atrayente, y por qué no decirlo, muy entretenida. La innovación en las técnicas de aprendizaje hacen que el estudio se vuelva una verdadera pasión, más aún cuando tanta gente en el mundo necesita de los servicios y atenciones de estos profesionales. Pocas cosas son tan satisfactorias que ver a un paciente volver a ponerse en pie, caminar, moverse y volver a estar sano. Probablemente esta sensación no pueda explicarse con meras palabras. ¡Hay que vivirla!
Cuando un kinesiólogo rehabilita a una persona, no solo está ayudando a ese paciente, sino que también a toda su familia y entorno social. Los músculos vuelven a moverse, al igual que los sentimientos y sueños.
Son tiempos difíciles, así es, pero no te quedes con esa frase. Son tiempos de oportunidad, de despertar esa voz que te habla desde tu interior. Son millones las personas en el mundo que esperan que te atrevas a realizar tu sueño.
Si la pandemia no da tregua, un kinesiólogo tampoco.