Por Camilo Bass
Director del Dpto. de Salud Pública y Medicina Social UDALBA
Desde hace más de 40 años, como consecuencia de las reformas neoliberales se producen cambios radicales en nuestra sociedad, privatizando la seguridad social en salud por medio de aseguradoras con fines de lucro, Instituciones de Salud Previsional (ISAPRE) y también las pensiones a través de las Asociaciones de Fondos de Pensiones (AFP). (1)
Debido a lo anterior, en la actualidad el sistema de salud se encuentra en una grave crisis. Compuesto por varios sistemas fragmentados y segmentados, lo que produce segregación de la población en el acceso a salud, consagrando una salud para pobres y enfermos/as y otra para ricos y sanos/as. Con un sector público crónicamente desfinanciado, perdiendo capacidades y un aseguramiento privado con discriminación por nivel económico, estado de salud, sexo, edad y otras arbitrariedades, sin solidaridad ni eficiencia. La situación está asociada a un elevado gasto directo de las familias (gasto de bolsillo), que corresponde a lo menos a un 32% del gasto total en salud (de acuerdo a la Organización Mundial de Salud, el gasto de bolsillo no debiera ser superior al 10 a 15% del gasto total en salud). (2)
Además, como resultado del último proceso de reforma de salud (año 2005), en que no se producen cambios reales en la estructura del sistema, se implementa el programa de Garantías Explícitas en Salud (GES), con un listado actual de 85 enfermedades con acceso a intervenciones sanitarias específicas y con edades determinadas. Sus efectos positivos han sido limitados y sus problemas importantes: exceso de burocracia, generación de discriminación hacia todas las demás patologías NO GES y desvío significativo de recursos públicos hacia el sistema prestador privado con fines de lucro. (3)
Dentro de las propuestas para enfrentar estos graves problemas se encuentran varias alternativas que abarcan desde continuar con las ISAPRE, contar con un único seguro o avanzar hacia un Sistema Universal de Salud (Servicio Nacional de Salud). Las diferencias entre estas opciones son muy significativas, y aunque podría parecerse el seguro único con un Servicio Nacional de Salud, se debe tener mucho cuidado en confundirlos.
Son importantes las desventajas que genera contar con solamente con un seguro único, ya que se continúa con la lógica del aseguramiento individual, manteniendo la mercantilización de la salud y el lucro a partir de recursos públicos. También puede debilitar el sistema público de salud, debido a que la compra directa de prestaciones podría no realizarse con criterios sanitarios, dentro de otras externalidades negativas.
Bastante distante se encuentra refundar un Servicio Nacional o Sistema Universal de Salud, caracterizado por un financiamiento por impuestos generales progresivos. El sistema único, además de constituir un solo financiamiento nacional que distribuye los riesgos (sin discriminaciones por edad, sexo o enfermedades), se acompaña de un sistema público robusto (prestadores privados debieran ser solo complementarios y sin fines de lucro), con una estrategia centrada en el cuidado integral de la salud y el vivir bien, donde se releva el territorio y las territorialidades de los modos de vida colectivos, que permita un diálogo respetuoso de saberes entre la atención alopática y los conocimientos ancestrales y populares, tendiendo a producir sinergia entre estos. Además, se potencia la autonomía de los pueblos en la generación de procesos de atención acordes con las dinámicas de las propias localidades, así como la cogestión a nivel de todos los establecimientos de salud.
Ya no se trata de una reforma de la reforma, si no que el Servicio Nacional de Salud, al representar el financiamiento más equitativo posible, sería más justo en la fuente de recursos y en sus resultados sanitarios. Orientado por los principios de universalidad, integralidad y equidad, asegura el logro de mejorar la salud para todos y todas, con la comprensión de un concepto integral de salud-enfermedad-atención-cuidados, dando más factibilidad al fin de la mercantilización de la salud y fin del lucro a partir de recursos públicos.
En este contexto, donde durante 45 años la sociedad chilena ha caminado por las veredas del neoliberalismo con profunda desigualdad y exclusión, se hace necesario trabajar en las alianzas de los movimientos políticos y sociales para que lleven a cabo las transformaciones que requiere un nuevo Servicio Nacional de Salud de carácter público, bajo los principios de universalidad, solidaridad, equidad, integralidad, gratuidad y ausencia de lucro. También se hace necesario que de una vez por todas podamos contar con la primera Constitución para el pueblo chileno y dejemos de ser un país donde la salud es un bien transable en el mercado y se convierta en un derecho social universal.
Referencias:
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Tetelboin, C. (2009). Evaluación de las reformas a la salud y a la seguridad social en América Latina. XXVII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología. VIII Jornadas de Sociología de la Universidad de Buenos Aires. 30 de julio de 2019, de Asociación Latinoamericana de Sociología, Buenos Aires. Sitio web: http://cdsa.aacademica.org/000-062/1495.pdf
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Ministerio de Salud. (2013). Sistematización de las metodologías de medición del gasto de bolsillo en salud y propuesta metodológica para Chile. ISBN (versión digital): 978-956-348-032-0. Registro de Propiedad Intelectual Nº 231426. Julio 2013.
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Bass, C. (2021). La crisis neoliberal del Sistemas de Salud de Chile. Refundación de los sistemas de salud en América Latina y El Caribe: descolonizar las teorías y políticas. 1a ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. CLACSO.