En 2006, recuerda el actor, dramaturgo y profesor José Alfredo Díaz, no existía otro lugar donde estudiar pedagogía en teatro. Sólo la Universidad Mariano Egaña -entidad que ese mismo año pasó a llamarse Universidad Pedro de Valdivia- ofrecía esta carrera.
Hubo dos generaciones: la que ingresó el 2005; y la del 2006. “Fue un programa de prosecución de estudios para actores y actrices profesionales. Nos permitía, luego de homologar nuestras respectivas mallas de teatro, cursar los ramos de pedagogía y con ello completar los nueve semestres que componían la carrera. Era lo único que había en ese entonces. Recién este año la UMCE comenzó con un programa similar. Lo que sí había, para no desmerecer a otras entidades de educación superior, era diplomados en pedagogía teatral y alguna licenciatura en actuación que ofrecía la mención en pedagogía. Pero un programa que formara profesores de teatro con grado de licenciado en educación, hasta donde yo sé, sólo existió el de la Universidad Mariano Egaña”, explica este actor egresado de la Escuela Teatro Imagen, de Gustavo Meza.
Según rememora José Alfredo Díaz, la génesis del proyecto está en la Corporación de Pedagogos Teatrales, “un organismo chiquitito que agrupaba a todas aquellas personas que veníamos del teatro y hacíamos pedagogía”. La gestora fue Malú Jiménez, quien a la postre fue coordinadora de la carrera de pedagogía del teatro en la Mariano Egaña y en la Pedro de Valdivia. En ese entonces “existía mucho interés en que el teatro se incorporara como asignatura a la malla de los colegios a la par del lenguaje, matemática o historia”, explica este profesor.
El paso por nuestra universidad fue determinante en la vida de José Alfredo. “Las actrices y los actores que hacemos pedagogía sabemos que el teatro es una herramienta que aporta en la educación, no solamente como una metodología que permite enseñar contenidos de otras asignaturas como como lenguaje o historia, sino que también estimula el desarrollo socio emocional de los estudiantes, las habilidades comunicativas y blandas, en general”.
Actualmente es profesor del colegio Raimapu, de La Florida, y trabaja como artista educador en los talleres artísticos del Ministerio de Educación: “Es un programa que existe hace unos 9 años, desde el gobierno de Bachelet. En paralelo realizo los ensayos y dramaturgias de dos puestas en escenas para ser presentadas en el marco de la celebración del día mundial del libro: ‘El Principito’; y ‘Mi nombre es Sancho Panza’, monólogo para niños que realizo desde hace 17 años en diversos establecimientos del país”
Lo suyo, dice, se enmarca dentro de la corriente del teatro aplicado. “Cuando hablamos del teatro aplicado, hablamos de todas aquellas formas distintas del teatro convencional en una sala de teatro, se trata más bien de aplicar las herramientas propias del teatro con fines formativos y terapéuticos, para capacitar trabajadores y comunidades en temáticas tan diversas como habilidades comunicativas o seguridad. Por ejemplo, el realizar una intervención teatral en una faena minera y transmitir a través de ella las normas de seguridad a seguir, de acuerdo a la información que la empresa o institución que contrata el servicio ha entregado al grupo de teatro” dice
Y agrega: “En mi caso, aplico el teatro para fines educativos, en especial, el fomento y la comprensión lectora, es decir, cuando presento mi monólogo de Sancho Panza en colegios, los niños y niñas observan un relato vivo, pueden ver y oír a los personajes, entonces, esta experiencia es un estímulo para, que luego de la función, decidan ir a la biblioteca, pedir el libro, leerlo, y, con seguridad, comprender mejor la historia”
El aprendizaje
“Cuando entré a estudiar pedagogía, me encontré con un mundo de saberes enorme y entendí la importancia de planificar y evaluar una clase, y de este modo propiciar procesos más sólidos de enseñanza aprendizaje, la importancia de ver al estudiante como una persona que trae un conocimiento, un saber y un bagaje que se ha de tomar en cuenta, es decir, que no es una tabla rasa, sobre la cual el profesor deposita su sabiduría, sino más bien, construye con él y a partir él. No es como una tabla de picar, vacía, sobre la que pones verduras, las picas y armas la carbonada. Hay ingredientes que están allí, desde antes, y que deben formar parte de la preparación de este plato, de este proceso.”, explica.
Y sigue hablando de su paso por la universidad: “Me sirvió para entender que el profesor no es un Dios. Aprendí, desde teorías más cercanas al constructivismo, tal vez porque se aproximan más a la esencia del teatro, que el profesor no es el depositario único del conocimiento, sino que construye con el estudiante. Una de estas teorías nos la transmitió Tamara Harcha en Psicología del aprendizaje, se trata del andamiaje o del scaffolding. Es como un andamio de construcción en donde el profesor y estudiante en conjunto, van poniendo las tablas del andamio, escalan y alcanzan el objetivo propuesto. Es decir, es una metáfora de lo que el ideal de la educación debe ser”.
También pudo adentrarse en el aprendizaje significativo: “Si en vez de pasarle una fotocopia a un estudiante para que aprenda la historia del golpe de estado en Chile, le propongo que haga una representación teatral sobre aquello, experimentará un proceso con sentido que queda en él, pues con sus propias herramientas tendrá que investigar, crear e interpretar, por ejemplo, a un personaje que corre por la calle en medio de una manifestación. A esa forma de aprender pedagogía llama un aprendizaje significativo, que cobra sentido, que se enraíza, que queda en ti”.
Para José Alfredo Díaz el teatro apunta a la formación de seres humanos íntegros a partir del arte, “porque el teatro trabaja con la voz, con el cuerpo, con la expresión de las emociones, tú enseñas la disciplina del teatro, pero está tan unido con el aprender a ser un ser humano, que es inevitable que los estudiantes evolucionen desde ese lugar, es decir, el teatro permite formar seres humanos. Y lo que la pedagogía en teatro nos enseñó en la universidad es a generar un proceso que cumpla con ese objetivo”.
Su quehacer
En el año 2018 y 2019, este actor participó de un proyecto de teatro aplicado: fue en un CESFAM de una comuna del área norte de Santiago. La entidad tenía un estudio del Departamento de Salud Mental que arrojaba que el índice de suicidio adolescente crecía exponencialmente. . “Hablamos de niños de entre 11 y 17 años. Yo pertenecía a Teatro Capacitación, un grupo con el que hacíamos teatro aplicado. Desde el CESFAM nos contactaron para pedir que hiciéramos una obra de teatro que pudiera servir como prevención del suicidio adolescente. El equipo de salud mental nos realizó una inducción, yo escribí el texto, la obra se montó y se realizó una temporada de funciones para los estudiantes de la comuna. En paralelo el CESFAM formó monitores estudiantes al interior de las escuelas que pudieran detectar, acompañar y aconsejar a aquellos compañeros que se les viera con algún trastorno del ánimo”.
Este actor también es dramaturgo. “En el 2014 participé con la obra de teatro ‘Pasta’ en el Concurso Nacional de Dramaturgia del Exilio al que convocó el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos y fui uno de los 4 ganadores del certamen. Ahora estoy montando esta texto en el marco de los 50 años del golpe, sin embargo, no es un texto de discurso político, es más bien intimista, de vínculos entre seres humanos”, finaliza.