Es un hecho que la población mundial está envejeciendo rápidamente. La Organización Mundial de la Salud, OMS, estima que para el 2050 la proporción de personas mayores se duplicará y llegará a un 22%, pasando de 900 millones durante 2015 a 2 mil millones de personas. Aproximadamente 500 mil personas mayores presentan algún grado de deterioro cognitivo, y cerca del 40% tiene depresión. A esto se suma que, en el mundo, una de cada cuatro personas mayores experimenta algún tipo de desorden mental y que dos tercios no tiene tratamientos, debido a las brechas socioeconómicas de cada nación.
En 2017 se llevó a cabo la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, la cual indica que la persona, a medida que envejece, debe seguir disfrutando de una vida plena, independiente y autónoma, con salud, seguridad, integración y participación activa en las esferas económicas, sociales, culturales y políticas. Para ello, manifiesta la necesidad de abordar los asuntos de la vejez y el envejecimiento desde una perspectiva de los Derechos Humanos que reconoce las contribuciones actuales y potenciales de las personas mayores al bienestar común, la identidad cultural y la diversidad, además del desarrollo humano, social y económico.
La salud mental no significa no tener enfermedades, sino que estar en equilibrio con distintas emociones y sentimientos, es decir, es el estado de bienestar que permite estar en armonía con otros y con uno mismo. La interacción entre los recursos personales, tales como la capacidad de resolver problemas, hablar con personas significativas y de confianza sobre lo que nos preocupa o angustia, el poder participar en actividades gratificantes, vivir en entornos amigables y seguros, tener acceso a servicios, sentirse incluido en la familia, con los amigos, o la comunidad, contribuyen a este bienestar. Sin embargo, hay factores que pueden influir de manera negativa en la salud mental, tales como: los prejuicios y discriminación hacia las personas mayores, el maltrato, el aislamiento social, el sentimiento de soledad o la pérdida de funcionalidad y el fallecimiento de seres queridos o una enfermedad, entre otros factores.
Asimismo, algunos de los problemas de salud mental más frecuentes en las personas mayores son: nerviosismo constante o ansiedad; tristeza frecuente y depresión; problemas importantes de memoria y demencias; abuso de alcohol, drogas y/o medicamentos; trastornos del sueño.
¿Cómo contribuir a la calidad de vida y salud mental de los adultos mayores?
Entre las propuestas dadas por el Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA) se encuentran las siguientes:
Promoción de la salud mental: ampliación de actividades físicas; más experiencias intergeneracionales; fortalecimiento de voluntariado; generación de un cambio hacia la salud mental positiva para disminuir y/o borrar estigmas; capacitación sobre cuidado de personas mayores; promoción del autocuidado; sensibilización del cuidado a vecinos y organizaciones; protección de la salud de las personas cuidadoras; fortalecimiento y articulación entre sectores de programas de cuidados.
Prevención de deterioro de la salud mental: generación de espacios laborales para personas mayores; catastro de quienes trabajan de manera independiente; alimentación nutritiva; alfabetización en zonas rurales; alfabetización digital; detección temprana de enfermedades mentales; trabajo profesional interdisciplinario y capacitación a la persona enferma y su familia; acciones preventivas respecto al consumo de drogas; prevención del suicidio con grupos de ayuda, líneas telefónicas, etc.
Formación: contar con contenidos formativos en salud mental para personas mayores que abarquen diversos perfiles, considerando a lo menos profesionales, técnicos, asistentes de trato directo, cuidadores y estudiantes.
Investigación: generación de conocimientos nacionales en torno a las temáticas de vejez y envejecimiento, basadas en la prevención y factores de protección para la salud mental de las personas mayores.
Ahora bien, el cómo envejecemos va a variar según el contexto histórico en que cada uno esté viviendo, la cultura, el género, las condiciones del lugar donde se habita, y la propia historia de vida. Es por ello que, si no comenzamos hoy a incluir a las personas mayores, a visibilizar sus preocupaciones y las problemáticas a las que se enfrentan, y a educar a sus familias y facilitadores del cuidado, estaremos contribuyendo a la existencia de una sociedad poco preparada para enfrentar el envejecimiento de la población, fenómeno del cual, tarde o temprano, todos seremos parte. Por lo tanto, es relevante y urgente comenzar desde ya a construir una sociedad menos estigmatizadora y discriminadora, más inclusiva y solidaria, tanto para las personas mayores de hoy, como para nosotros mismos en el futuro… ¿Qué harás tu al respecto? ¿serás parte del problema o de la solución?
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